En el año 2030, 643 millones de personas tendrán diabetes en todo el mundo. A día de hoy, el 60 % de los pacientes diabéticos Tipo 2 (y casi todos los Tipo 1) desarrollan retinopatía diabética. Hace 15 años, investigadores del Instituto de Investigación Vall d’Hebron (VHIR) abrieron una línea de investigación con el objetivo de despejar incógnitas en torno a las enfermedades neurodegenerativas de la retina y a una serie de necesidades médicas no cubiertas. Aquella fue la semilla de la empresa D-Sight.
Los progresos científicos de los doctores Rafael Simò y Cristina Hernández Pascual derivaron en el descubrimiento de una molécula con resultados muy prometedores en modelos animales. Su potencial para llegar a humanos que sufren retinopatía diabética era indiscutible.
Con la evidencia médica inicial bien cubierta, entra en escena Carla Maté, experta en transferencia de conocimiento, emprendimiento científico y gestión empresarial, quien avala la viabilidad de D-Sight como negocio. El proyecto toma forma y pasa a convertirse en spin-off del VHIR. Hablamos con Maté, CEO de D-Sight, horas antes de que la startup reciba en Madrid uno de los Premios Emprende XXI de manos de la Empresa Nacional de Innovación (Enisa) y DayOne (división de CaixaBank).
Tratar lo intratable
Maté destaca que D-Sight llega para poner freno a una enfermedad para la que, en la actualidad, no existen tratamientos en el momento del diagnóstico. “Estimamos que 185 millones de personas sufren retinopatía diabética. Es brutal y, lamentablemente, los números de la diabetes no harán sino aumentar dado el envejecimiento poblacional o determinados estilos de vida”, indica la experta.
Una vez son diagnosticadas, a estas personas solo les queda ser testigos de la evolución de la retinopatía diabética, cuyo desenlace natural es muchas veces la ceguera. Cuanto menos, todos los pacientes asisten impotentes (durante 5-8 años) al deterioro progresivo de su visión. Solo al final del proceso, una vez la situación es muy complicada, pueden recibir unas inyecciones oculares que un buen número de ellos rechaza dado su carácter invasivo o debido a diferentes reacciones adversas (úlceras y otros daños).
Carla Maté añade una variable dentro de esta problemática que trasciende el ámbito de la salud. “La retinopatía diabética la sufren 93 millones de personas en edad laboral. Es una situación compleja de carácter socioeconómico a nivel mundial. Muchos trabajadores no tienen otro remedio que darse de baja. Adiós a conducir, a mirar una pantalla de ordenador… En definitiva, hablamos de una realidad poco enfrentada para la que el único tratamiento disponible llega tarde, cuando ya no hay forma de recuperar el terreno perdido”.
¿Qué ofrece D-Sight?
La startup se ha propuesto intervenir en una fase inicial de la enfermedad, cuando la afectación es pequeña y existe margen para revertirla y prevenir su avance. “Lo hacemos de forma no invasiva, con un colirio autoadministrable por el paciente una vez al día en su propio domicilio”. En paralelo, Carla Maté pone el acento en el beneficio emocional del fármaco. “Eliminamos el miedo a años y años de incertidumbre y decadencia. Rebajamos la frustración”.
En D-Sight se preparan para validar el fármaco en humanos. Ha llegado la hora de los ensayos clínicos y de confirmar que el colirio es seguro y no existen efectos adversos, tal y como sospechan tras el éxito de los experimentos en animales. Después de probar su eficacia, entrarán en la fase de comercialización, solo posible de la mano de una gran farmacéutica –mediante una licencia-, con músculo suficiente como para dar alcance global a la propuesta de D-Sight.
Maté cree que, siendo moderadamente optimistas, y si los plazos se cumplen según prevén, el colirio podría llegar al mercado en 2032-2033. “Nos gustaría que todo fuera más rápido, aunque manejamos los tiempos habituales del progreso científico”.
Pero sus aportaciones no acaban aquí. La startup ya está probando la robustez de su molécula para tratar otra de las patologías oculares más comunes: el glaucoma. Maté destaca que lo positivo en este caso estriba en que parte de la base investigadora está ‘trillada’ lo suficiente como para poder avanzar a un ritmo más ágil. Con todo, los ensayos clínicos en humanos aún se harán esperar.
Emprender en salud
Maté reivindica que, “tanto a nivel nacional como europeo”, los profesionales que se dedican al emprendimiento científico y clínico, deberían ver su labor más y mejor reconocida. “Al menos en nuestro caso, este esfuerzo ha sido desempeñado durante horas extras. Ni siquiera ven que este trabajo adicional tenga su reflejo en el currículo como sí ocurre con las patentes registradas o la firma de artículo y publicaciones. Necesitamos que la transferencia de conocimiento sea valorada. Es una vocación añadida”.
“No hay ningún avance tecnológico que supere a un avance en salud”, añade la CEO de D-Sight. “El resultado de poner en valor y apoyar más decididamente al científico emprendedor evitaría que muchos proyectos con posibilidades de aportar cosas nuevas se queden por el camino. He sido testigo directo de ello por falta de tiempo, motivación o recursos económicos como para poder seguir adelante.
Cambiar modelos
Una vez la empresa se consolida, percibe que en Europa existen diferencias notables con EEUU en cuestiones regulatorias. “Necesitamos más facilidades y agilidad para poner en marcha ensayos clínicos. Competimos en los mismos mercados, y no pocas veces nos ganan la partida no por conocimiento o background, sino por rapidez”.
Carla Maté se sirve de un ejemplo para ilustrar esta reflexión. Una consulta a la agencia europea cuesta de media 25.000 euros y en Estados Unidos es gratuita. “Allí pueden trabajar de tú a tú con los reguladores incluso sin disponer de fondos. Opino que hay que revisar estos modelos si realmente queremos ser competitivos. España lidera el ranking en investigación, papers y ensayos clínicos. El problema viene después, cuando la falta de apoyos llevan a que muchas startups no puedan aguatar lo suficiente como para llevar ese conocimiento científico al mercado.
En el lado positivo, Carla Maté pone en valor el impulso que tanto Enisa como CaixaBank han dado a D-Sight. “Gracias a Enisa nos certificamos como empresa emergente y recibimos apoyo financiero en un momento clave para aprovechar bien la oportunidad de mercado. Ese dinero nos permitió empezar los estudios científicos un año antes de lo previsto. Pudimos echar raíces. CaixaBank por su parte nos ayuda a obtener mucha visibilidad en distintos eventos. Contribuyen a nuestra promoción”.