Mostrar un liderazgo femenino alejado de vulnerabilidades ante la emergencia climática ha sido el leitmotiv del encuentro organizado por el Instituto de la Mujer en el marco de la COP25. La cita se ha propuesto indagar en el verdadero calado de la propuesta ecofeminista partiendo de una realidad: las mujeres están más afectadas por el cambio climático. Sobre todo las mujeres rurales de países pobres o en vías de desarrollo, expuestas de modo recurrente a los efectos nocivos de áreas contaminadas o devastadas.
Alicia Puleo, filósofa ecofeminista española, cree que estas mujeres son víctimas, pero también ejemplo de resistencia. “El ecofeminismo es el gran desconocido del feminismo. Es pensamiento, pero también movimiento social y praxis. Puede ejercerse desde muchos ámbitos de la vida cotidiana, según el contexto de cada mujer: urbano, rural, científico, literario…En suma, muchas formas de actuar para preservar la ‘casa’ común”.
Puleo establece diferencias entre esta corriente y el feminismo ambiental, que la filósofa entiende como un primer paso. “El ecofeminismo es una mirada nueva sobre la naturaleza y el mundo en que vivimos. Propone redefinir el papel del ser humano tras una larga historia de marginación hacia las mujeres, que siempre han ocupado una posición periférica del poder, más vinculada al cuidado que al dominio”.
Según Puleo, estas aptitudes pueden trasladarse al cuidado del conjunto del planeta. “Con esto no quiero decir que tengamos que ser las salvadoras de la Tierra, pero es momento de reivindicar valores planamente humanos e históricamente devaluados por haber sido adjudicados a las mujeres. Es tiempo de reconocerlos como imprescindibles y de enseñárselos a hombres y mujeres”.
En la ruta hacia “una cultura ecológica de la igualdad”, Puleo invita a deshacerse de la cosificación de la mujer, “que es la antesala de la violencia”. “El cuidado del mundo es responsabilidad de todos y de todas. Hay que abandonar la tradición basada en el dominio, la explotación, la conquista y la violencia”.
La estadounidense Bridget Burns dirige Women’s Environment and Development Organisation (WEDO), fundada hace más de 30 años. Declarada feminista y activista medioambiental, basa la actividad de su organización en la importancia de las intersecciones multidisciplinares para entender y abordar el cambio climático. “Los valores y principios feministas –cuidado, regeneración- tienen una capacidad transformadora que en WEDO tratamos de llevar al espacio político”, argumentaba Burns, para quien “todos tenemos la capacidad de relacionarnos con el planeta y desarrollar soluciones”.
“Queremos que la voz de las mujeres esté representada. El punto de entrada es un liderazgo no controlador, sino que traiga el cambio, y eso requiere distintas habilidades y perspectivas”, añadía la responsable de WEDO. Burns se ha referido además a la importancia del nuevo Pacto Verde de Estados Unidos. “Estamos entusiasmados porque es la primera vez que se tratan estas cuestiones a nivel nacional, pero no podremos hacer nada ante el cambio climático sin tener en cuenta los aspectos sociales. En WEDO nos hemos encargado de diseñar la agenda feminista del Pacto”.
La experta en género y cambio climático Dorah Marema, GenderCC Southern Africa-Women for Climate Justice, iba un paso más allá al afirmar que “no habrá justicia climática sin justicia de género”. Su organización trabaja codo con codo con más de 6.000 agricultoras africanas de pequeñas explotaciones impactadas por el cambio climático. “Estudiamos los cultivos y generamos variedades más resistentes (en este caso de mango) pero sobre todo analizamos la cadena de valor con el objetivo de que las mujeres ganen protagonismo a lo largo de la misma”.
Marema incluía en sus argumentos las cuestiones de clase. “En Ciudad del Cabo sólo se habló del problema del agua cuando llegó el llamado Día Cero, la jornada sin agua que afectó a ricos y pobres, pero parte de la población ya había sufrido días parecidos antes. Muchas niñas faltan a clase para ayudar a sus madres a esperar las largas filas que se forman para recibir algo de agua. Las soluciones deben ser inclusivas”.
La ingeniera española Dina Garzón Pacheco es miembro de Xenergia, Cooperativa Mujeres con Energía y Coordinadora de la Red Ecofeminista. “Trabajamos en un proyecto de acciones reales. Promocionamos el trabajo estable y de calidad de las mujeres en el sector energético además de fomentar su participación en plantas de energías renovables”. Garzón ha defendido que, en el camino del cambio, “hombres y mujeres tenemos que ir de la mano” y ha expresado su voluntad de sumar con otros grupos con los que comparten objetivos como “el feminismo, el ecologismo o los animalistas”.
Greta Thunberg y la resistencia misógina
Las presentes en el debate han coincidido en ensalzar la importancia de la ola que jóvenes de todo el mundo han provocado para forzar la toma efectiva de decisiones ante la urgencia de la situación climática. Un movimiento que ha atravesado una zona de sombra con los recientes ataques recibidos en redes sociales por Greta Thunberg, como parte de una corriente más amplia de desprestigio hacia la activista sueca.
“Me impresionan (Thunberg) cada día por su nivel de comprensión del contexto y por cómo reclama justicia social”, señalaba Burns. “Estos jóvenes son la mejor generación activista que he visto nunca. No podemos obviar el problema del negacionismo, el fascismo y la misoginia. Este es un problema cada vez más político, y es en esa esfera donde han de tratarse estas cuestiones. Estamos diseñando unas lentes feministas para detectar los vínculos entre las distintas áreas. Los jóvenes lo entienden mejor”
Para Dorah Marema la labor de Greta Thunberg “es increíble”, pero se ha mostrado crítica con cómo los medios han transmitido una imagen distorsionada que la convierte en única adolescente capaz de plantear estos problemas. “Ella se encarga de decir que no está sola. Se considera ciudadana mundial y global. Trabaja para que también se reconozca el papel de los demás. Las mujeres no nos podemos permitir luchas con divisiones y separadas”.
Según Puleo, “el odio a Greta viene desde un amplio espectro: desde los negacionistas del cambio climático hasta los que creen que no es lo bastante radical. Me llama la atención cómo ha despertado comentarios misóginos típicos cuando no se puede sexualizar a una chica. Es una mujer a la que no tienen acceso”.